EL CAMINO ESPIRITUAL Y LA …. NEW AGE

¿Por qué, si hago “todo bien”, sigo sintiéndome vacía?

Vivimos en tiempos donde la espiritualidad se ha vuelto un producto más, y muchas personas -a pesar de meditar, hacer yoga, cuidar su energía o seguir cualquier camino- siguen sintiéndose vacías, enfermas o confundidas. ¿Qué está pasando realmente?

Cada día escucho más preguntas como estas:

“¿Cómo es posible que después de tanto camino y terapia llego a los 50 años y me enfermo?”
“¡No me lo puedo creer! Justo ahora que me cuido, pongo mis límites, ¿me pasa esto?”
“Después de años meditando y practicando yoga, me enfurecí, volví a sentir enojo. ¿De qué sirvió?”

Estoy rodeada de comentarios similares. También yo me lo he preguntado en momentos de crisis. Como terapeuta, tengo la oportunidad de acercarme al mundo interno de muchas personas. A menudo llegan a consulta sintiéndose frustradas y completamente desorientadas, porque después de años de meditación, yoga, alimentación consciente, constelaciones, respiración y demás caminos de desarrollo personal, siguen enredadas en los mismos patrones: se enojan, se entristecen, pierden algo valioso y sienten que todo se derrumba… otra vez… como en un bucle.

No soy opinóloga ni escritora profesional; más bien me considero una tejedora de palabras del corazón. Hoy quiero compartir algunas reflexiones nacidas de mi experiencia, tanto personal como terapéutica.

No hay una sola respuesta a estas preguntas. Y tampoco existe un solo camino. Pero si hay varios factores que se entrelazan, y se necesita presencia, honestidad y una mirada profunda para detectarlos y comprenderlos. Hoy quiero abordar uno de ellos.

El contexto importa

Para entender por qué nos sentimos así, es esencial considerar el contexto histórico en el que vivimos y de cómo influencia nuestras vidas. No hace falta remontarse a la prehistoria, pero sí revisar nuestro recorrido desde el nacimiento, y cada uno tendrá su tarea en esta exploración.

El “camino espiritual”, que fue parte natural de la vida cotidiana en las culturas antiguas, hoy se ha convertido en un producto de mercado. Aunque a nuestro ego le moleste admitirlo, todos, en algún momento, hemos sido fascinados por la llamada «New Age» o Nueva Era, un movimiento surgido a finales del siglo XX que mezcla elementos de diversas tradiciones espirituales, incluyendo símbolos y prácticas indígenas, orientales y esotéricas.

Yo también fui seducida por esa luz prometedora y soluciones rápidas. Por mucho tiempo no me di cuenta de que, en realidad, era un espejismo.

La espiritualidad convertida en mercancía

En la antigüedad, la espiritualidad estaba ligada a religiones institucionalizadas y rituales comunitarios. Luego, entre el siglo XIX y el XX, surgieron movimientos esotéricos en Europa y América que exigían compromiso y devoción. Cada tradición era transmitida de forma protegida, respetando sus raíces y ritos iniciáticos.

Con la contracultura de los años 60 y 70, aparece el fenómeno de la New Age. Mezcla tradiciones orientales, terapias alternativas y autoconocimiento, y se populariza a través de talleres, libros y productos. La espiritualidad comienza a practicarse de forma más libre, menos institucionalizada y más abierta a la exploración personal.

El movimiento New Age se expande en Occidente, se populariza la idea de que la espiritualidad puede ser elegida, combinada y consumida según las preferencias individuales. Con el pasar de las décadas nace el «supermercado espiritual»: cursos, retiros, objetos, ceremonias, rituales, servicios, todo empaquetado y vendido como combo y solución a medida. La espiritualidad se volvió un producto sujeto a las reglas sin alma del consumo capitalista. Pero ¿qué queda de lo profundo?

Este movimiento, aunque une distintas tradiciones, también las desvirtúa. Se pierden las raíces, se desconectan los linajes, se olvida el respeto por los Maestros y las culturas que durante siglos preservaron ese saber: Lamas, Taitas, Abuelos y Abuelas sabias.

¿Qué vende la New Age?

Vende ilusiones. Y a nuestro ego -el ego espiritual- le encantan.

Nos promete que todo es luz y amor, que la iluminación es instantánea, que podemos conectar con nuestro ser superior repitiendo frases en formulas, tomadas fuera de contexto, extraídas de textos de tradiciones milenarias. Nos dice que somos nuestros propios maestros, como si eso bastara para sanar sin guía, sin proceso, sin profundidad. Y me quedo corta.

Y cuando el movimiento se dio cuenta de ciertos errores, rectificó el discurso: “también hay que sanar la sombra”. Pero esa tarea también se volvió mercancía, algo que se podía integrar rápido y fácil. Se banalizó el concepto de sombra y su trabajo profundo.

“Yo ya vi mi sombra, la integré. No necesito terapia. Yo puedo ver mi inconsciente y me sano sola.” He escuchado frases como esta más de una vez. Pero en la práctica, esas personas suelen estar atrapadas en su mente, repitiendo lo mismo una y otra vez, sin darse cuenta. Consumen “productos espirituales” como si fuera pan caliente, sin saber que la mayoría de esos productos ya han sido despojados de su potencia y profundidad, son cocteles con ingredientes heterogéneos sin ningún sabor… Y no sirven.

La búsqueda de conexión

La New Age se aprovechó de una necesidad legítima: la conexión con algo mayor. La famosa «religión», del latín religere, que significa unir. A través del impulso masivo en canales y redes sociales, la New Age nos ha acostumbrado a perseguir estas ilusiones, pero la realidad es que nos hemos perdido en un laberinto de opciones.

Y es aquí donde muchas personas, tras años de prácticas espirituales, llegan a consulta sintiéndose más perdidas que al comienzo.

¿Y ahora qué?

Entonces, ¿qué le diría hoy a alguien que me pregunta: “¿cómo puede ser que, después de tanto trabajo espiritual, sigo sintiéndome mal?”

Le diría que el camino espiritual no termina. Mientras estemos encarnados en esta dimensión, siempre habrá heridas que mirar, emociones que integrar, capas que hurgar. La iluminación -si llega- no es una meta de fin de semana. Según la tradición budista, todos somos Buda; pero sólo algunos lo recuerdan. Y ese darse cuenta no llega por prender una vela, ni por cantar mantras, ni por repetir frases. Llega cuando el alma está lista y con prácticas reales, sostenidas por su linaje.

El camino está lleno de espinas. Algunas se suavizan con prácticas bien canalizadas. Otras, las más ocultas, emergen como síntomas físicos, emocionales o sistémicos. Nos frustramos porque no entendemos, y eso es señal de que todavía hay trabajo por hacer y ese trabajo de sanación y evolución nunca, repito, NUNCA termina.

La verdad incómoda: el fuego de la transformación

Es una ilusión querer iniciar un camino espiritual hacia la sanación y liberación sin atravesar antes el fuego de la purificación. Y este fuego, cuando llega, quema.
Si no nos limpiamos por dentro, si no reconocemos nuestra sombra, no hay espacio para que la luz entre. La transformación espiritual verdadera no es un camino lineal ni cómodo: es un proceso profundo, a veces crudo, pero siempre revelador.

Algunas tomas de conciencia son suaves como un susurro, otras son desgarradoras como un grito del alma. La New Age también ha sembrado la idea de que sanar es sufrir, y esto se ha convertido en una especie de estigma. Como si llorar, sentir enojo o vivir una crisis emocional fuesen síntomas de fracaso, cuando en realidad forman parte esencial de nuestra naturaleza humana y son justamente otra oportunidad para alcanzar un nuevo nivel de conciencia.

Una invitación a mirar más profundo

No sé si este texto aclara o confunde. Lo cierto es que nace de la necesidad de compartir reflexiones, que emergen una y otra vez en mis sesiones, en mis procesos, en mis conversaciones. Es un desahogo, pero también una invitación a mirar con más profundidad.

Porque la New Age no ha generado solo confusión; también ha tenido el mérito de despertar preguntas esenciales en muchas personas. Nos ha empujado a preguntarnos quiénes somos, qué buscamos, a qué vinimos. Ha abierto puertas. A veces… laberintos.

Una cosa es segura: no hay despertar sin atravesar un umbral de incomodidad, de dolor, de no saber. No porque debamos sufrir, sino porque ver nuestra sombra -aquello que hemos reprimido y rechazado- no es fácil. Duele.

Mirar la sombra no es nombrarla desde la mente ni etiquetarla con palabras bonitas. Es transitarla en lo profundo, sentirla y liberarla desde el cuerpo con conciencia. En mi propio camino, la terapia con geometrías de obsidiana de la Mtra. Ana Silvia Serrano ha sido una de las herramientas más poderosas para realizar este trabajo.

¿Te resuena?

La terapia de obsidiana, conducida con seriedad, compromiso, empatía, firmeza y conciencia espiritual, puede facilitar una sanación real, física, emocional y energética.

¿Qué parte de tu camino fue tomada por la ilusión?
¿Estás lista para mirar más profundo, sin máscaras?

En el próximo artículo hablaremos de la sombra y la terapia con obsidiana.

Si algo de esto te tocó, quédate atent@.

 

«Mientras no hagas consciente lo inconsciente,
eso dirigirá tu vida y tú le llamarás destino».
Carl G. Jung

 
 
 

Categoría: Espiritualidad
conciencia, despertar, sanación emocional, sombra, proceso terapéutico, terapia en linea

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